lunes

Vete lejos, verano.

Las frías mañanas de invierno se convirtieron en lo único que deseaba. Sabía que al verte cualquier rastro de nerviosismo se disiparía. Al principio no consistió en besos ni abrazos, sólo en sonrisas y retos. En tú y yo, sentados lejos, mirándonos a través de una ventana que solo nosotros parecíamos ver. Consistió en mil conversaciones diversas sobre diversos temas en diversos lugares. Consistió en mí, pensándote cada noche hasta que mis párpados no tenían fuerza para seguir. En mí deseando una sola cosa...
Verte cada día.
Y así pasó el invierno. Implorando al cielo que me permitiese tener una de esas sonrisas tuyas. Implorando que me quisieras... Hasta que traspasamos la ventana.
Nunca te había tenido tan cerca, y la sensación fue increíble. Tus miradas no tenían que atravesar distancias para tocarme, Y mucho menos tus manos. Nuestros labios hicieron una apuesta que sellaron con besos, y nuestras almas decidieron juntarse, porque solas no entendían el mundo. 
Es gracioso que fuera el calor del verano lo que congeló nuestra relación, y el frío del invierno el que nos hizo prometer, con los labios, que nos teníamos. Es gracioso y triste, como el hecho de que una parte de mi todavía te siga esperando, como si te hubiera perdido, a pesar de que la promesa continúe intacta... Porque por mucho que el calor, el espacio y el tiempo agarren sus manos para pararte... aún sé que te tengo.
Vete lejos, verano...
Devuélveme la esperanza.

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